13 de abril de 2024

El Amor no es una guerra





El Amor no es una guerra.


Tu pareja no es el enemigo o la enemiga.


No tienes que obedecer a tu pareja, no perteneces a ella.


No tienes que domesticar ni disciplinar a tu pareja para que sea como tú deseas. 


El Amor no es una cárcel: en una relación amorosa los dos miembros pueden juntarse y pueden terminar la relación cuando quieran.


No tienes que renunciar a tu libertad ni a tus derechos fundamentales, ni tienes que sacrificarte por la otra persona.


Tu pareja no es tu sirvienta ni tu criada ni tu asistenta ni tu guardaespaldas. 


No tienes por qué trabajar gratis para tu pareja, ni tienes por qué pedirle a tu pareja que se encargue de todo para que tú puedas vivir como los reyes de la Edad Media.


El Amor no es una guerra. 


No tienes que cazar a tu pareja, ni conquistarla como si fuera un país, ni colonizarla para ponerla a tu servicio. 


No es necesario elegir entre dominar ni someterte a tu pareja. No tienes por qué estar batallando toda la vida y perder tu energía y tu tiempo en luchas de poder que te desgastan.


No es necesario sufrir por amor, no hay premio ni recompensa. 


En el Amor tú no tienes que ganar, ni imponerte, ni defenderte de tu pareja. No tienes que intentar llevar siempre la razón, ni salirte siempre con la tuya, ni intentar escapar de tu pareja, no es tu carcelero ni tu carcelera.


El Amor no es un campo de batalla, es un espacio de ternura, de cuidados mutuos y compartidos. 


El Amor es como un refugio en el que las dos personas trabajan como equipo para sobrevivir, se apoyan mutuamente, y construyen su relación día a día sobre las bases del respeto, la honestidad, la ternura, el compañerismo, la solidaridad, la responsabilidad y el compromiso. 


En el Amor todo se habla, todo se negocia y se llegan a acuerdos: el amor hay que cuidarlo mucho para que florezca y de sus frutos. En el Amor todo es recíproco: es una relación libre de abuso, de explotación y de violencia. 


En el Amor tú puedes ser tú misma, y expresar tus deseos, emociones y necesidades sin miedo. Puedes crecer y evolucionar, y puedes irte cuando quieras. 


Porque el amor no es una experiencia carcelaria ni un combate a muerte, no es una eterna concatenación de peleas con reconciliaciones: es una unión de dos personas o un grupo de personas que quieren acompañarse, disfrutar y compartir la vida durante un tiempo. 


Si estás en una guerra constante con tu pareja, pide un alto el fuego y sentaos a dialogar. Podéis empezar por preguntaros si hay condiciones para poder disfrutar del sexo y del amor, y si ambas personas sentís y necesitáis lo mismo.


Si decidís que queréis estar juntas, entonces hay que elaborar una serie de pactos para cuidar la relación, para que ambas personas podáis relacionarnos en igualdad. Después de las negociaciones de paz, podéis firrmar el contrato amoroso, que puede terminarse cuando lo deseéis. 


El Amor no es una condena perpetua.


Si no hay condiciones para quereros bien, o uno de los dos desea seguir el camino de la vida a solas, entonces podéis separaros y firmar los acuerdos de paz para que cada uno pueda irse y rehacer su vida. 


También cuando te separas hay que poner en el centro los cuidados: no es necesario guerrear ni herir a la pareja, no es necesario hacerse daño ni machacar al otro. 


Podéis romper la relación para siempre o podéis quereros de otra forma y transformar vuestro amor, no es necesario que viváis en guerra después de separaros. 


No tenéis que defenderos ni atacar a quién ya no quiere seguir viviendo con vosotros: lo mejor es aceptar que el amor se acaba y que no merece la pena vivir sufriendo y haciendo sufrir a tu ex pareja. 


No se trata solo de cuidar tu salud mental y emocional, sino también la de los demás: la gente que vive alrededor de una pareja en guerra constante también lo pasa muy mal. 


El Amor no es una guerra: en un mundo asolado por el odio y la violencia, tratarse bien, quererse bien y cuidarse mutuamente es un acto revolucionario, porque supone ir a contracorriente en una sociedad donde toda la gente vive luchando a diario contra todos los demás. 


Paremos las luchas contra nosotros mismos y nosotras mismas, y contra los demás: necesitamos Refugios de amor en los que poder convivir en paz.


Coral Herrera Gómez 


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9 de abril de 2024

¿Quién limpia la mansión de Barbie?



¿Quien limpia la mansión de Barbie?

Vi el otro día la película de Barbie y estuve todo el tiempo preguntándome quién recolectaba la comida que comen las Barbies, quién confecciona sus modelitos de ropa y calzado, quién limpia los váteres de sus mansiones y sus piscinas. 

El mundo Barbie es un mundo de mujeres ricas y ociosas, eternamente jóvenes y bellas, que viven en la playa y lucen su cuerpo y sus vestidos. Mujeres sin hijos ni hijas, mujeres que no trabajan, no cuidan ni limpian, mujeres que surfean, van de compras, comen helados, y charlan durante horas con sus amigas. 

Cuando aparecieron los kenes, representados como hombres blandengues, me di cuenta de que lo que proponía la peli era invitarnos a imaginar un mundo donde se han invertido los roles: los débiles son los hombres, y las fuertes y las privilegiadas son las mujeres.


                        


Me aburrí mucho hasta que Ken empezó a brillar y a bailar, me gustó el trabajo del actor, y entendí por qué tantos hombres se enfadaron con la ridiculización de los ken. 

Me pareció estupendo que pudiéramos reírnos de la masculinidad, pero no me gustó nada la relación entre Barbie y Ken, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Es una relación marcada por las relaciones de poder.

Al final de la peli me dolió pensar que las niñas que han ido a verla se crean que el feminismo consiste en crear una sociedad de plástico en la que mandan las mujeres y viven todas como reinas, imitando a los hombres blancos y ricos del mundo real.

¿Qué hubiera ocurrido si la directora hubiera sabido que la utopía feminista lo que propone es una sociedad igualitaria de mujeres y hombres que en lugar de organizarse en jerarquías, se organizan horizontalmente y se reparten las tareas colectivamente?. 

Es muy probable que la directora y el equipo de la película no sepan que el movimiento feminista trabaja por un mundo basado en la justicia social, en la igualdad, en la cooperación y el trabajo en equipo, un mundo en el que todos y todas tengan cubiertas sus necesidades básicas y sus derechos fundamentales garantizados, y en el que todas y todos cuidemos a nuestros bebés, infancias, personas mayores y con discapacidad, mascotas y plantas. Un mundo donde todos y todas cuidamos de los espacios que habitamos y del planeta entero. Un mundo donde no sean las mujeres que sufren pobreza las que carguen con todo el peso de las tareas más duras.

¿Y si la película hubiera contado con la asesoría de mujeres expertas en feminismo, y hombres expertos en los estudios sobre masculinidades? Seguramente no estaría basada en la batalla entre sexos (hombres contra mujeres), ni en la idea de que las mujeres queremos venganza y pretendemos tomar el poder para hacer lo mismo que hacen ellos, y para tratarles igual que ellos nos tratan a nosotras.

Se nota mucho que no había feministas en la producción de la película porque el feminismo no es una revolución estétitca, sino ética. Es una propuesta de transformación social, económica y política: sueña con un mundo amoroso y pacifico libre de abuso, explotación, servidumbre, violencia, un mundo sin dominadores ni dominados. Un mundo donde nadie manda sobre los demás, y donde los cuidados son mutuos y recíprocos.

Ninguna mujer nace feminista, de hecho somos muy pocas en el mundo: en la escuela nadie nos habla de feminismo, de la historia de las mujeres, de nuestras luchas y logros. Es normal por tanto que la gente no sepa que para alcanzar esa utopía es necesario que tanto mujeres como hombres trabajemos en los patriarcados que  nos habitan e inventemos nuevas maneras de relacionarnos y de organizarnos. 

El feminismo no es una guerra entre mujeres y hombres: la mayoría de las mujeres somos patriarcales y muy pocas tenemos las herramientas para liberarnos de los mitos, los estereotipos y los mandatos de género. Y por eso las mujeres que dirigen películas necesitan entender qué es el patriarcado, y cuál es la propuesta del feminismo.

El feminismo es un movimiento social revolucionario y en la peli no hay una propuesta de cambio en nuestras estructuras de relación y organización. 

Al terminar me pregunté qué hubiera ocurrido si la película hubiera contado con un equipo de mujeres feministas para asesorar al equipo de guión y dirección. Todas las pelis y series deberían tener uno porque hoy en día casi todas nuestras producciones culturales siguen perpetuando los valores del sistema patriarcal, y esta es una de las causas por las que no avanzamos. 

Si seguimos contando los mismos cuentos usando los mismos mitos y los mismos estereotipos, el patriarcado seguirá transmitiéndose generación tras generación. 

En algún momento la industria cultural tendrá que tomar conciencia de su responsabilidad social, porque si no, los cambios en las leyes no sirven para nada. Es urgente que creadores y productores se sensibilicen y se formen, porque la gran mayoría de la sociedad no sabe qué es el feminismo, y son millones de personas las que siguen creyendo que se trata de una revancha de las mujeres contra los hombres. 

Por eso es tan importante que la gente conozca la historia de la teoría y del movimiento feminista, y entiendan que el objetivo es acabar con la desigualdad y la violencia, reivindicar los derechos humanos de las mujeres, y construir un mundo donde todas y todos podamos disfrutar del derecho a tener una Buena Vida.

Coral Herrera Gómez 


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Espacios de liberación y amor entre mujeres





7 de abril de 2024

Todas sueñan con una vida mejor: Mujeres que sufren pobreza y precariedad



Estos son algunos de los mitos sobre las mujeres que sufren pobreza y precariedad que circulan por nuestro imaginario colectivo: 

👉🏽 Las mujeres pobres son pobres porque quieren: no se esfuerzan por salir de la pobreza.

👉🏽 Las mujeres pobres son vagas y no estudian, se conforman con trabajos precarios y mal pagados. Ellas son felices viviendo en condiciones de miseria, no necesitan mucho para vivir.

👉🏽 Las mujeres pobres tienen muchos hijos porque son unas ignorantes y no saben que cuantos más hijos tengan, más pobres son.

👉🏽 Las mujeres pobres son felices sirviendo y viviendo con una familia rica, no echan de menos a sus compañeros, ni a sus hijas e hijos, ni a su madre, ni a sus hermanas y hermanos. No necesitan ver a su gente más que una o dos veces al mes, el resto del tiempo son felices cuidando a los hijos de una mujer rica en lugar de a los suyos propios.

👉🏽 Las mujeres pobres que se dedican a la prostitución lo hacen porque les gusta tener sexo con desconocidos, porque poner el cuerpo al servicio del patriarcado empodera mucho, y porque ganan más que fregando escaleras. 

👉🏽 Las mujeres pobres son felices ayudando a personas desconocidas con dinero a cumplir su sueño de ser madres o padres, y son generosas porque donan sus úteros y sus bebés a quienes más lo necesitan. 

👉🏽 Todas las mujeres pobres tienen vocación de servicio, son humildes y complacientes, y viven felices con lo poco que tienen.


Estos mitos nos sirven para limpiar nuestra conciencia, y para que podamos seguir aprovechándonos de la explotación emocional, doméstica, laboral, sexual y reproductiva de las mujeres empobrecidas.

Y como siempre, los mitos se desmontan con datos y estadísticas. La realidad es que las mujeres pobres y precarias no son perezosas ni vagas: trabajan el doble o el triple que el resto de los trabajadores y trabajadoras en todo el mundo. 

Las mujeres que sufren pobreza y precariedad son las que sostienen todo nuestro sistema económico trabajando gratis o a cambio de salarios que no les permiten salir de donde están. 

Y son los seres humanos que menos tiempo libre tienen. 

Esto no te lo cuentan los prestigiosos economistas en los medios ni en las aulas, pero la realidad es que el capitalismo no podría sobrevivir sin las mujeres que trabajan gratis toneladas de horas cada año. 


¿Te imaginas el dinero que tendrían que gastarse los hombres si no tuvieran sirvientas que lo hacen gratis? 

Las mujeres pobres son las que cuidan a los trabajadores, las que les alimentan y les proporcionan ropa limpia para ir a la fábrica, a la mina, al huerto o a la oficina. Ellas son las que se encargan de cuidarlos cuando enferman, y las que les proporcionan un hogar limpio y confortable. 

Hasta el hombre más pobre del planeta tiene una criada que trabaja gratis para él las 24 horas, los 365 días al año. Sin días de descanso, sin permiso por enfermedad, sin vacaciones, sin cotizar, trabajan hasta el final de sus días para ellos. 




Además, ellas son las que dan a luz a los nuevos trabajadores y trabajadoras, las que les cuidan, les crían y les educan, las que les preparan para integrarse en la sociedad y para ser productivos y productivas.

Además de trabajar en el hogar para toda su familia, también trabajan fuera de casa a cambio de salarios de miseria. Sus trabajos son los más duros, los peor reconocidos, los menos valorados, y los que tienen los salarios más bajos. 

Las más pobres de todas son las madres que están criando solas. Los hombres siguen abandonando a sus criaturas en todo el mundo: ni asumen sus responsabilidades económicas ni la emocionales, ni las de cuidados. Las mujeres jefas de hogares monomarentales son las personas más pobres del planeta. 

No solo en Asía, Africa, y América del Sur. Madres sin pareja hay en todos los continentes y países, también en Europa, Australia y América del Norte. Son miles de millones de mujeres que no solo tienen que trabajar fuera y dentro de casa, también tienen que ejercer de madres y padres a la vez. 

Las mujeres que sufren pobreza limpian nuestra mierda y cuidan a nuestros seres más queridos: su trabajo es esencial. 

Sin ellas no podríamos ir a trabajar.

La única solución para acabar con el abuso, el sufrimiento y la violencia que sufren es acabar con la pobreza y colectivizar los cuidados. Todos y todas deberíamos trabajar cuatro horas fuera y cuatro dentro de casa. Hoy por hoy la conciliación es solo un mito.

Muchas de las mujeres que emigran no tienen papeles, no tienen contratos formales, y por lo tanto no tienen ningún tipo de derechos fundamentales ni derechos laborales, ni en la jornada en casa, ni en la jornada fuera de casa.

Los hombres las tratan a ellas igual que sus patrones les tratan a ellos. Flora Tristán afirmó que hay alguien más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero, que sufren doble explotación y además sufre acoso sexual y violencia sexual en el trabajo, lo mismo de compañeros que de superiores. 

Cuando los obreros y los campesinos salen a la calle a pedir libertad y a defender sus derechos humanos, se refieren siempre a los derechos de los hombres, no de los hombres y las mujeres. 

Es una gran injusticia porque en la mayor parte de las revueltas y las revoluciones campesinas y obreras de la Historia, los hombres han tenido el apoyo de las mujeres. 

Pero nunca sucede al revés. 

Los hombres poseen la gran mayoría de las tierras del planeta, los medios de producción y de comunicación, los bancos, las empresas y los puestos de poder político y económico. Son los reyes de los hogares.

El mundo es de los hombres, y las mujeres pobres son las que están al final de la pirámide social, las que ocupan la base que sostiene a todos los demás. 

Antes los poderosos las usaban como esclavas, y les robaban a sus bebés. Ahora les dan unas monedas a cambio. No solo son mano de obra para los hombres, también son mercancía: a las mujeres pobres las tratan como a los animales: las compran, las venden, las alquilan, y comercian con sus óvulos, úteros, y vaginas. 

Los hombres hacen negocios con sus bebés y con su leche materna, y hasta celebran ferias con hembras humanas para que las parejas elijan a la madre. Primero les agradecen el sacrificio que están haciendo para que ellos cumplan sus sueños, luego les quitan la palabra (las madres son las compradoras, ellas solo son “personas gestantes”). 

Les quitan sus derechos durante el embarazo, y luego les quitan a sus bebés, y por último las borran para que parezca que nunca han existido. El alquiler de mujeres y la compra venta de bebés es un mercado en expansión, que va en aumento conforme aumenta la infertilidad en hombres y mujeres.

De la explotación de mujeres no solo se benefician los hombres: también las mujeres ricas, que imitan a los hombres y se liberan de las tareas de cuidados, de los embarazos y los partos. 

El feminismo quiere acabar con la explotación, mientras el capitalismo quiere regular la explotación para que no parezca tan monstruosa e inhumana. Las voces del régimen neoliberal nos dicen que los demás trabajadores también sufren explotación, y que es mejor que lo hagan legalmente y con controles sanitarios y de seguridad, y no les gusta que les digas que las leyes deben erradicar todo tipo de explotación y también deben combatir la pobreza. 

Lo que quieren es que creas que la pobreza es inevitable y que hay mujeres a las que les gusta dedicarse a ello.

Y nos ofrecen los testimonios de mujeres que sostienen el mito de la puta feliz, qué elige a sus clientes y se pone sus horarios y cobra un pastizal. Da igual que les digas que el 90% de las mujeres en situación de prostitución no querrían estar ahí y no pueden salir porque son pobres.

En los países en los que la explotación es legal, a las mujeres pobres las exhiben en escaparates y en locales donde hay ofertas de dos por una, y días de barra libre en los que por alquilar una mujer te regalan salchichas y cerveza.

Y es que es en los cuerpos de las mujeres pobres donde se libra la gran batalla: el neoliberalismo trata de convencernos de que esos cuerpos pueden ayudarles a salir de la pobreza si ponen sus vidas al servicio del capitalismo y el patriarcado. Pero los únicos que salen de la pobreza con los cuerpos de mujeres son los hombres, los puteros, los proxenetas, los dueños de la industria del porno, de las clínicas reproductivas, y de la industria de la belleza femenina. Todos son hombres.

Dentro de las mujeres pobres, que son millones en el mundo, hay también jerarquías: cuanto más oscura es su piel, más explotación y violencia sufren. Las mujeres inmigrantes, las mujeres indígenas, las mujeres afrodescendientes, las mujeres con discapacidad, las mujeres lesbianas y las mujeres adultas mayores son las más vulnerables del mundo. 

Porque ellas no solo tienen que soportar la codicia, la maldad y la crueldad de los empresarios y empresarias, como sus padres y maridos. Además tienen que aguantar el abuso de sus maridos, jefes, chulos, proxenetas y puteros. 

La mayoría de las mujeres pobres tienen dos jefes, uno en casa y otro fuera de casa. Los jefes las violan y las despiden cuando se quedan embarazadas, los jefes del hogar las someten a una vida de servidumbre. 

La gran mayoría de las mujeres pobres no puede estudiar ni puede elegir trabajo, ni puede divorciarse, ni pueden escapar de la explotación doméstica, están atrapadas en sus hogares, y muchas viven confinadas en ellos. 

Las mujeres más precarias del planeta huyen de las hambrunas en sus países de origen. Huyen del abuso sexual infantil, del maltrato, de la sequía, de los desastres naturales, de la pobreza y de las guerras. Las mujeres más pobres del mundo tienen que atravesar varias fronteras y sufren todo tipo de violencias en el camino, pero también al llegar al país de destino.

¿Que las espera en los países desarrollados? Más violencia, más abuso y más explotación: sirven en casas de ricos sin contrato ni seguridad social, sirven en los campos de cultivo y en las fábricas, sirven en los burdeles que hay en todas las carreteras de todos los países. 

Ellas son el botín de guerra, ellas son las que sufren violaciones masivas por parte del bando enemigo, ellas son las que pierden a sus hijos en el frente, ellas son las que pierden la vida en el mar y en la montaña tratando de llegar al primer mundo. 

Cuando denuncian la violencia que sufren, la sociedad se pregunta por qué no huyen de sus hogares, y por qué no buscan otros trabajos mejor pagados, pero a la vez todo el mundo está de acuerdo en que alguien tiene que limpiar la mierda del mundo, y alguien tiene que encargarse de la servidumbre sexual de los hombres, y alguien tiene que cuidar a los bebés y a las personas mayores de la familia para que las mujeres de clase media puedan trabajar. 

Por eso cuando se habla de una renta básica universal para todas, los defensores y defensoras de la alianza criminal entre el capitalismo y el patriarcado ponen el grito en el cielo o se ríen despectivamente para que a todo el mundo le suene a utopía y a disparate. 

Saben que las mujeres con ingresos dignos garantizados no aceptarían servir en ninguna casa ni en ningún burdel a cambio de unas monedas. Ninguna vendería a su bebé si pudiera alimentar a todos sus hijos e hijas.

Por eso no quieren acabar con la pobreza. Se lucran con la necesidad de las mujeres más vulnerables. 

El mercado de los cuerpos de las mujeres es uno de los más importantes del mundo, junto con la industria farmacéutica, las armas y las drogas. Miles de traficantes viven de la trata de personas, que se nutre de mujeres pobres que son engañadas o forzadas a trabajar para ellos durante años hasta que queden destrozadas. 

Las mujeres pobres que sufren explotación doméstica, sexual y reproductiva consumen alcohol y drogas, con y sin receta, para soportar el agotamiento y la violencia de un sistema injusto: cuanto más anestesiadas y empastilladas están, menos energía tienen para organizarse y para luchar por sus derechos. 

Además para ellas se fabrica el veneno del romanticismo, porque sigue siendo muy útil para encerrarlas en la cárcel del matrimonio y que trabajen gratis toda su vida para los hombres de su familia. Esos hombres que reciben cuidados sin darlos.

¿Quien cuida a las cuidadoras? 

Nadie. 

Las mujeres cuidadoras se cuidan y se apoyan entre ellas. Cuidan a sus padres, madres, hermanos y hermanas pequeñas, cuidan a sus abuelas y abuelos, a sus maridos, a sus hijas y nietas, cuidan a los suegros y suegras, a los familiares con discapacidad, con enfermedades o víctimas de accidentes. Cuidan a las mascotas, a los animales domésticos, a las plantas y al jardín, pero nadie las cuida a ellas cuando enferman ni cuando envejecen. 

Muchas no se jubilan jamás, y trabajan hasta el último día de sus vidas. Son imprescindibles para sus familias, pero cuando caen por enfermedad o muerte se buscan sustitutas que las reemplazan a ellas. No hay reciprocidad en las relaciones, excepto cuando tienen a su alrededor redes de apoyo mutuo con otras mujeres. 

Las mujeres que sufren la exclusión social y la precariedad no son más altruistas ni más generosas que las demás: lo primero es su supervivencia y poder dar de comer a sus criaturas. Y hacen lo que sea por conseguirlo, y hay mucha gente que se aprovecha. 

Las mujeres en situación de pobreza no tienen derechos humanos . Y no tienen libertad para elegir qué vida querrían tener porque están sosteniendo un sistema económico injusto y cruel. 

Un sistema que les quita el tiempo, la energía, los hijos y las hijas. Un sistema que les roba sus cuerpos para que los hombres hagan negocio, un sistema que les excluye socialmente y les condena a la marginalidad.

Los ricos viven muy bien porque les roban su energía y su tiempo de vida para poder ganar más dinero y más tiempo. Y se asume como algo natural: los pobres como son vagos tienen que conformarse con los trabajos más duros y tienen que ponerse al servicio de los que mandan. 

Y las pobres que quieran más dinero, que usen sus cuerpos y los pongan al servicio de los hombres y de las mujeres ricas.

Todo el mundo sabe que si un día ellas parasen y dejasen de cuidar y servir, la economía colapsaría. Sin esclavas no es posible la acumulación y el acaparamiento de la riqueza que llevan a cabo unas pocas familias en el mundo.

Su trabajo es esencial y por eso es el peor pagado, y para que ellas se sometan es fundamental que interioricen los mitos del patriarcado y asuman su inferioridad: soy pobre porque quiero, no valgo para nada, no genero riqueza, mi papel es irrelevante, no aporto nada a la sociedad. 

Cuanto más baja es su autoestima, más manipulables son. El poder les ofrece espejismos para que se entretengan: relatos donde el amor de los hombres salva a las mujeres de la pobreza y las convierte en princesas. Cuando entran en el palacio y se dan cuenta de que su papel no es el de la reina sino el de la sirvienta, ya es demasiado tarde. 

Los hombres se aprovechan de la dependencia económica y  emocional de las mujeres, y de su rol de sirvientas, para vivir como reyes. Ellos tienen varias mujeres, pero a ellas no les permiten tener mas parejas. Tienen privilegios que usan para explotar emocionalmente a las mujeres, y abusan más cuanto más pobreza y necesidad sufren ellas.

Estos cuentos funcionan porque contienen la promesa de la salvación, pero son una trampa. Porque sirven para mantener a las mujeres con esperanza: todas sueñan con una vida mejor.

 Y como muchas de ellas han sufrido abusos y violencia en su infancia, van buscando en un hombre el amor que nunca recibieron. 

Cuando las mujeres más pobres del planeta se juntan en grupos, es cuando se dan cuenta de que no es que ellas hayan tenido mala suerte en la vida, es que el mundo se sostiene entero con su trabajo gratis o precario. Y comprenden que el dinero está muy mal repartido y que son una inmensa mayoría, entonces toman conciencia del poder que tendrían si se organizaran para luchar por su libertad y sus derechos. 

Cuando se organizan, las machacan, las invisibilizan, las ridiculizan, las usan para la foto, y revientan sus movimientos sociales desde dentro y desde fuera. 

Porque si ellas dejaran de poner el cuerpo y dejaran de trabajar para los hombres, si dejaran de limpiar nuestras casas y de cuidar a nuestra familia, los demás no podríamos hacer nada. 

Su poder es inmenso, pero los poderosos nos hacen creer que ellas no valen nada. Que son objetos de usar y tirar, que se merecen un castigo por ser pobres, que ellas son felices sirviendo a los demás. Y que la pobreza es inevitable.

Por eso es tan importante derribar los mitos que perpetúan el sistema: la pobreza se puede combatir con una Renta Básica Universal, podemos dejar de derrochar dinero en armamento y en religiones, podemos construir otro tipo de sociedad libre de servidumbre. 

El feminismo lleva siglos reivindicando el derecho de todas las mujeres a disfrutar de una Buena Vida, y rompiendo con el mito de que las mujeres son pobres porque quieren: todas, absolutamente todas sueñan con una vida mejor. 


Coral Herrera Gómez 



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30 de marzo de 2024

¿Cómo saber si estoy en una relación tóxica?



"Los amores reñidos son los más queridos", "los que más se pelean son los que más se desean", "quien bien te quiere te hará llorar", "del amor al odio hay un paso", "se amaban pero se llevaban como el perro y el gato"... nuestra cultura están plagada de refranes y dichos populares que romantizan las relaciones tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando provocas una pelea para llegar al momento de la reconciliación. 

En una relación tóxica te aburres si todo va bien, porque necesitas sentirte invadida y arrasada por emociones fuertes, y porque te gusta que todo sea brutal e intenso. 

No solo disfrutas sufriendo, sino también viendo a tu pareja sufrir. No solo disfrutas llorando en las peleas, también disfrutas viendo llorar a tu pareja. Y cuánto más llora, más importante y poderosa/o te sientes tú.

Las parejas tóxicas viven en un estado de guerra permanente en el que se alternan las peleas con las reconciliaciones, y los períodos de mucho sufrimiento con etapas más pacíficas, pero lo más característico es que los dos miembros se relacionan como si fueran enemigos, y solo se unen si aparece un enemigo externo. 

Una relación tóxica es aquella en el que el proceso de domesticación es mutuo: ambos miembros luchan por dominar al otro y ambos se defienden del poder del otro, cada cual con sus armas y sus estrategias. Ambos son víctimas y victimarios: a veces les toca sufrir, y otras veces hacen sufrir a sus parejas. O las dos cosas a la vez. 

Todas las relaciones humanas son un poco "tóxicas", porque en todas hay luchas de poder, más o menos intensas, más o menos conflictivas. 

De hecho, las relaciones humanas son una de las principales fuentes de sufrimiento para todas y todos nosotros. Una fuente de sufrimiento es la que tiene que ver con el dinero y los derechos humanos: todos sufrimos ante la falta de trabajo, los salarios de miseria, la subida de los precios, las deudas y sobre todo el miedo a la exclusión social. 

Cuando no hay dinero, no hay derechos humanos. Para poder disfrutar del derecho a beber agua potable, a comer tres veces al día, o a dormir bajo techo, necesitamos ingresos dignos, y si no los tenemos, sufrimos mucho. 

La segunda fuente de sufrimiento humano surge de las relaciones entre seres humanos. No sabemos querernos bien, no sabemos tratarnos bien, no sabemos resolver nuestros conflictos sin violencia, por eso gastamos tanto tiempo y energía sufriendo por las relaciones que tenemos (o que no tenemos) con nuestros padres y madres, y familia cercana, con nuestras parejas, hijas e hijos, con compañeros/as de estudios o trabajo, con el vecindario y con la gente que convivimos a diario.

¿Por qué son tan complejas y difíciles las relaciones entre nosotros? 

Porque usamos estructuras basadas en la dominación y en la sumisión: nuestras relaciones están basadas en la explotación y el abuso. Los valores bajo los que nos relacionamos son los valores del capitalismo y del patriarcado (individualismo, egoísmo, narcisismo, avaricia, acaparamiento, dominación y sumisión) Cada cual piensa en su propio beneficio, no sabemos pensar en el Bien Común, y funcionamos bajo la filosofía del Salvese quién pueda y bajo la Ley del más fuerte. 

Muchos de nuestros conflictos surgen porque los demás se intentan aprovechar de nosotras y tenemos que poner límites, y al revés: los demás nos ponen límites y no nos sienta nada bien. 

En las relaciones heterosexuales, los hombres se benefician de sus privilegios: reciben cuidados sin darlos, disponen de criada gratis, obligan a su pareja a ser monógamas mientras ellos tienen las relaciones que quieren con otras mujeres, y viven como reyes en su hogar. La mayoría de las mujeres protestan, muchas ejercen de vigilantes y policías de sus maridos, y vivien en una frustración perpetua: es muy doloroso convivir con tipos egoístas, machistas, y mentirosos. Es muy duro que tu pareja se ría en tu cara y que los demás se rían con él. 

El abuso masculino nos produce una tremenda desilusión a las mujeres, y cuanto más hemos idealizado al macho y al amor romántico, más grande es la decepción, la rabia y el rencor. 

Muchas mujeres heterosexuales se pasan la vida intentando que una relación que no funciona, funcione. Algunas son capaces de estar cuarenta o cincuenta años de su vida tratando de que sus maridos se porten bien, sin lograrlo jamás: se nos va mucha energía y mucho tiempo tratando de educar a hombres que se resisten a ser disciplinados. Para ellos es fundamental defender a muerte su libertad, por eso las mujeres que se meten en la jaula del amor romántico lo pasan tan mal intentando que sus parejas se encierren con ellas. 

Generalmente los hombres solo se meten en la jaula al final, cuando llega la disfunción eréctil y se acaba la potencia sexual. Solo cuando envejecen y empiezan a enfermar es cuando quieren encerrarse en el hogar y que sus compañeras se encierren también. Solo en ese momento las mujeres empiezan a sentir el poder que tienen. Cuanta más dependencia sufren ellos, más fuertes se sienten ellas. 

Las relaciones entre mujeres que se aman, y entre hombres que se aman, también pueden ser tóxicas porque están basadas en la misma estructura de dominación y sumisión. A todas y a todos nos gusta tener la razón. Nos gusta imponer nuestras ideas, nuestra manera de hacer las cosas, nuestra forma de organizarnos. Nos cuesta ceder cuando negociamos, porque vivimos en un mundo competitivo que solo nos enseña a soñar con ganar todas las batallas. Todos y todas queremos sentirnos importantes y poderosas, y queremos imponer nuestros deseos, nuestros criterios, nuestras necesidades a los demás. 

En los colegios nos educan para crear enemigos y disfrutar machacandolos: usan el deporte y los juegos para que aprendamos a guerrear contra los demás desde la más tierna infancia. Nos hacen creer que la vida consiste en estar permanentemente luchando contra los demás, por eso es tan dificil relacionarnos desde el amor. 

Las relaciones tóxicas se diferencian de las relaciones de violencia machista en que están basadas en el maltrato mutuo y en la alternancia de posiciones: cada miembro tiene su poder, y lo usa para dominar a la otra persona. Las que se sitúan en posiciones subalternas también aplican los mismos esquemas de dominación que las que ejercen el poder: cada cual con sus armas y sus estrategias intenta lograr lo que desea, lo que quiere y lo que necesita del otro. 

Nunca nos planteamos si esas estrategias son o no son éticas, si perjudican o no a la otra persona, si hacen daño o si son abusivas. Porque lo que nos enseñan bajo la ideología capitalista y patriarcal es que lo que importa son los fines, no los medios. Da igual como lo consigamos, lo importante es ganar.  

La gran mayoría de las personas no son conscientes del dolor que provocan en los demás, y cuando lo son, tratan de justificar sus actos, a menudo usando la victimización, y culpabilizando a la otra persona: "yo no quería hacerlo, pero no me dejó otra alternativa", "me saca tanto de quicio, si hiciera lo que yo le digo no habría problema", "si no razona y no cede, entonces no me queda más remedio que..."

Generalmente las relaciones tóxicas están construidas sobre la dependencia, tanto económica como emocional. Hay muchas parejas que no se soportan pero no se separan porque se sienten atrapadas en la relación, bien porque no tienen dinero para vivir separadas, o bien porque tienen un miedo terrible a la soledad.

Esta dependencia es muy común en personas que no han podido desarrollar su autonomía, y que están convencidas de que no pueden hacer nada por sí mismas. Se ven como inútiles, como eternos niños que necesitan siempre una figura de referencia y apoyo, porque no han madurado lo suficiente como para responsabilizarse de sí mismas. No saben hacer uso de su libertad, no se ven a sí mismas como personas adultas y funcionales: creen que sin la otra persona no son nada, y que están condenadas a depender siempre de esas figuras de referencia. 

Les pasa a todos aquellos y aquellas que permanecen toda la vida viviendo con sus progenitores: cuando les llega el momento de salir del nido y dar el salto, creen que tienen las alas rotas y que no pueden echar a volar solas. No importa que el médico les explique que pueden volar por sí mismas y que no tienen nada roto: están convencidas de que ellas solas no pueden, y que fuera del nido la vida es terrible. 

Muchos creen además que sus madres y padres son inmortales. No quieren pararse a pensar qué van a hacer cuando sus progenitores no estén. Suelen verse a sí mismos como eternos adolescentes, y ni se les pasa por la cabeza formar su propia familia, porque se ven siempre como hijos e hijas, y no como adultos responsables. Es decir, reciben cuidados pero no se sienten capacitados para cuidar a nadie. 

Hay gente que en lugar de echar a volar, salta a otro nido cercano. Es la gente que sale de casa de mamá para irse a la casa de otra mujer que ejerza las mismas funciones que mamá: muchos hombres sustituyen a una por otra, y así no tienen nunca que asumir sus obligaciones como adulto. Algunos de ellos tienen hijos y actúan como si fueran los hermanos mayores de sus propias criaturas. Por eso hay mujeres que bromean presentando a sus maridos como si fueran los hijos mayores. 

¿Cómo saber si mi relación es tóxica? 

Generamente solo tienes que cerrar los ojos y escuchar tu corazón. Si estás sufriendo, si lo estás pasando mal, si sientes angustia y ansiedad y tu pareja siente lo mismo, es porque os estáis haciendo daño. Si estás siempre pensando en cómo poner a tu pareja de rodillas y en como salirte con la tuya, es porque no estás disfrutando de la relación, estás siempre en guerra. 

Hay muy poco amor y mucho maltrato en las relaciones románticas tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando en lugar de placer y alegría, sientes emociones intensas como el odio, la envidia, el rencor, la rabia, la frustración, y mucha amargura. Vivir luchando constantemente con un enemigo o enemiga le amarga la vida a cualquiera: hay parejas que son capaces de estar peleando toda la vida, y que no saben relacionarse si no es desde esta estructura de conflicto permanente. 

También hay parejas que cuando se les pasa el enamoramiento inicial se aburren, y se dedican a pelearse porque necesitan emociones intensas. Creen que para amar hay que sufrir y hacer sufrir a la otra persona, y que cuanto mayor sea el sufrimiento, más les van a amar. Creen que el amor de pareja es una tragedia al estilo Romeo y Julieta, con heridos y muertos, con desgarros y sangre, y muchas lágrimas, y creen que cuanto mayor es el drama y la destrucción, más grandioso es el amor romántico. 

Mucha gente cree que las guerras románticas son como un juego en el que vale todo, y en el que lo importante es ganar. Y es porque no han conocido el amor del bueno: creen que amar es sufrir y hacer sufrir, y no saben disfrutar, ni del sexo, ni del amor, ni de la vida. Solo saben atacar y defenderse, de manera que no tienen ni idea sobre cómo apoyarse mutuamente, cómo cuidarse mutuamente, y cómo construir una relación basada en el placer, el gozo y la alegría de vivir. 

Y suele ser porque nunca han gozado de relaciones de amor, creen que lo "normal" es vivir en una pelea constante, y que no hay otras formas de relacionarse. Y eso es porque en nuestras representaciones culturales, nunca nos ofrecen parejas igualitarias que en lugar de dedicarse a guerrear, se dediquen a apoyarse mutuamente. 

Nos cuesta mucho imaginar la posibilidad de querernos desde la empatía, la solidaridad, la cooperación y el compañerismo porque solo nos ofrecen representaciones de parejas que sufren y no saben arreglar sus problemas sin hacerse daño. 

En nuestro mundo, el pez grande se come al chico, y nadie quiere ser el pez chico. Incluso las mujeres, aunque finjamos ser muy patriarcales y parezca que aceptamos muy felices nuestro papel de seres inferiores y subordinados, en realidad todas luchamos con todas nuestras fuerzas contra el abuso del marido. 

Muchas relaciones lésbicas y gays funcionan con la misma estructura patriarcal. En las relaciones entre mujeres o entre hombres en las que no hay división sexual del trabajo ni reparto desigual de roles, también pueden darse relaciones de dependencia y luchas de poder basadas en la necesidad de imponerse y de dominar a la otra persona. 

Una de las preguntas básicas que debemos hacernos para saber si estamos o no en una relación tóxica es preguntarnos a nosotras mismas cómo conseguimos lo que queremos, lo que necesitamos, y lo que deseamos, qué estrategias utilizamos y cuales de ellas son éticas (y cuáles no): la seducción, la coacción, el chantaje, el soborno, la extorsión, el engaño y las mentiras.... la mayoría de estas estrategias te benefician a ti, y hacen daño a la otra persona.

 Por ejemplo, cuando usamos el chantaje para que la otra persona se sienta responsable de nuestra felicidad y se sienta culpable si estamos tristes. Sin duda la culpa funciona muy bien cuando queremos obligar a alguien a que haga algo que no quiere, y esto lo saben muy bien los grandes manipuladores. 

También el miedo es un gran arma para someter a la pareja, especialmente si es mujer, pues desde pequeñas fabrican en nosotras el miedo a que no nos quiera nadie, y el miedo al abandono y a la soledad. Así que muchas relaciones lésbicas se construyen desde este miedo y es así como surgen las relaciones de dependencia. 

Una de las características de las relaciones tóxicas, es que en ellas los dos miembros de la pareja intentan machacar la autoestima de la otra persona para poder manipularla mejor. Es una de las principales estrategias para que la pareja se sienta atada a nosotras: hacerla creer que no merece amor ni buenos tratos, que nadie va a quererla, que sola no es nadie y no sirve para nada. 

Además, muchas personas destructivas saben usar muy bien ese tono de desprecio que tanto duele cuando proviene de un ser querido. Es la mejor manera de hacer daño: hacerle sentir a tu pareja que te ha decepcionado, y hacerle creer que sientes un profundo desprecio por ella, aunque no sea verdad. 

El tono de desprecio sirve para darle énfasis a nuestro enojo, y para hacerle creer a esa persona que en medio segundo se nos fue todo el amor que sentimos por ella. Y que es culpa de ella, obviamente. 

Para acabar de hundir a tu enemiga o enemigo, también funciona muy bien usar la información que tienes de la otra persona para dar donde más duele, aprovecharse de sus miedos, sus traumas, sus puntos débiles, y usarlos para ganar la batalla. 

En las peleas de las parejas tóxicas no hay voluntad de arreglar los problemas, no se habla de cómo hacemos para que no se repita, o qué podemos mejorar para que no vuelva a suceder. Lo más normal es que nos estanquemos en el pasado y nos enfanguemos en la lluvia de reproches: "es que tú...."

Los reproches sirven para culpar a la otra persona de todo lo que sucede, para que se sienta mal y nos pida perdón. 

No importa si siempre es lo mismo: las parejas tóxicas nunca hacen autocrítica amorosa, ni se sientan a dialogar para reconocer los errores, ni reconocen sus equivocaciones, ni piden disculpas, ni tratan de reparar el daño que han hecho. 

Sus miembros no se paran a preguntarse a sí mismas qué tienen que trabajarse por dentro para ser mejores personas, ni tampoco se sientan a charlar para ver qué tienen que trabajar como pareja para que la relación sea mejor. 

Las parejas tóxicas no se plantean nunca mejorar la relación, sino más bien al revés. 

Prefieren seguir sosteniendo las dinámicas de destrucción y dolor, porque quieren ganar la batalla, y quieren a la otra persona de rodillas frente a ellas. Incluso hay parejas que cuando rompen la relación, siguen haciendose daño y tratando de destruirse toda la vida. En el fondo es porque quieren seguir unidos, quieren seguir siendo importantes para la otra persona, se niegan a romper el vínculo del todo, y creen que si mantienen la guerra podrán estar cerca de la otra persona, incluso cuando los hijos e hijas ya son mayores. 

En la relación tóxica ninguno de los dos miembros se responsabiliza: ambos encuentran que es mucho más fácil culpar a la otra persona y situarse como víctima, para que sea la otra persona la que cambie, la que haga algo, la que se someta a nuestro poder. 

En todas las relaciones tóxicas hay un intento de disciplinar y domesticar a la otra persona, y de cambiarla para que se adapte a nuestro sueño romántico. 

Las mujeres sobre todo nos hemos creído que el ogro gruñón y maltratador puede acabar siendo un príncipe azul. Y muchas se pasan la vida soñando con el milagro romántico y tratando de convencer al ogro de que es mucho más bonito ser un príncipe azul. Obvio el ogro prefiere seguir siendo quien es, sobre todo si le va bien, así que es capaz de resistir durante décadas. 

La batalla termina cuando nos resignamos y nos damos cuenta de que nuestra pareja no va a cambiar jamás. Pero para admitir la realidad es necesario trabajarse mucho la honestidad y la humildad, y la mayoría no tenemos herramientas para ello. No sabemos rendirnos ni aceptar las derrotas, y sobre todo lo que más nos cuesta es darnos cuenta de que el amor no lo puede todo, ni transforma mágicamente a las personas. 

Las personas solo cambian cuando quieren, o cuando lo necesitan.  

Las relaciones tóxicas nos hacen sufrir muchísimo porque están basadas en la contradicción (te amo y te odio, ni contigo ni sin ti, quiero irme pero estoy atrapada), y en la violencia verbal, psicológica y emocional. 

Todo intento de hacer daño a alguien para salir beneficiado/a es violencia, sobre todo cuando sabemos que esa persona nos quiere o nos necesita, o depende de nosotros/as.

¿Cómo trabajar para evitar hacer daño a tu pareja? 

Lo primero es trabajar tu ego, y tomar conciencia de que debemos aceptar a los demás tal y como son, sin intentar cambiarlos. Y asumir que para entendernos, tenemos que escucharnos, dialogar, negociar, ceder, y llegar a acuerdos. 

Una de las cuestiones más importantes para dejar de vivir en guerra permanente es darnos cuenta de que la victimización es una forma de dominación. No sólo dominamos desde el poder, también lo hacemos deede posiciones de sumisión. 

Pensemos por ejemplo en la relación tóxica que existe entre algunas personas dependientes y sus cuidadoras: incluso estando en una cama las personas dependientes ejercen su poder sobre su entorno, y pueden llegar a convertirse en auténticos tiranos y en malvados maltratadores. 

Las mujeres también tenemos nuestras armas para someter a los privilegiados, para someternos entre nosotras, para dominar a los demás. Solo que en lugar de usar la violencia sexual y la violencia física, usamos la vía del sufrimiento emocional y psicológico. Pensemos en el maltrato entre nueras y suegras, madres e hijas, o incluso en entornos laborales: nuestro ego y nuestra necesidad de dominar nos convierten en seres carentes de empatía, de ética y de bondad. 

¿Cómo hacer para no hacer daño y para que nuestras relaciones no se conviertan en relaciones tóxicas? 

Autoconocimiento: para saber quién eres, cómo eres, qué sientes, y por qué te relacionas así. 

Autodefensa para evitar el abuso,

Autocuidado para evitar el sufrimiento,

Autocrítica amorosa: para trabajar tu ego, para identificar lo que te hace sufrir, y lo que hace sufrir a los demás. 

Autonomía para evitar la dependencia, 

porque cuanto más dependientes somos de alguien, más manipulables y vulnerables somos. 

Pero también cuando alguien depende de nosotras, porque estamos igual de atadas y atrapadas. 

La necesidad (de dinero, de afecto, de compañía) es lo que nos impide construir relaciones basadas en la libertad. No es lo mismo juntarse a alguien porque nos apetece y nos fascina, que juntarse a alguien porque estamos huyendo desesperadamente de la soledad o de la precariedad económica. 

Las relaciones interesadas nos encarcelan y son una trampa, y solo nos damos cuenta cuando querríamos terminarlas y nos encontramos con que no podemos separarnos ni independizarnos. 


¿Cuál es la buena noticia? Que todo se puede trabajar en esta vida, y que de las relaciones tóxicas se puede salir. 

Basta con trabajar a fondo la autonomía para evitar la dependencia, la autocrítica amorosa para aprender a usar nuestro poder, y la autodefensa feminista para protegernos de las relaciones basadas en la dominación, la manipulación y el abuso. 

Se trata de aplicarse a una misma la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados para aprender a ser mejores personas, y para mejorar nuestras relaciones afectivas, sexuales y sentimentales. 

Si quieres trabajar en ello, o ayudar a otras personas a trabajar en ello, vente con nosotras al curso virtual que empieza el lunes. Puedes apuntarte desde cualquier país y asistir al directo que se celebrará todos los lunes de abril durante dos horas, de 6 a 8 pm hora Española (si no puedes, quedan las sesiones grabadas para que las veas cuando quieras)





Mujeres que se liberan: herramientas feministas para la prevención de las relaciones tóxicas, 
es un curso certificado de 25 horas dirigido a mujeres que quieren trabajar en su autonomía y autocuidado frente a las relaciones basadas en el abuso y el maltrato, y a profesionales que trabajan con mujeres (educadoras sociales, trabajadoras sociales, psicólogas, terapeutas, sexólogas, técnicas de igualdad, profesoras, etc.) 

Coral Herrera Gómez



24 de marzo de 2024

¿Cómo conseguir la aprobación masculina?



Las niñas empiezan desde muy pequeñas a sufrir la necesidad de la aprobación masculina. A los seis años ya saben que las personas más importantes del mundo son hombres, pronto asumen que son inferiores a los niños y empiezan a buscar la aprobación de los superiores. 

Las niñas a las que les toca un padre abandonador o un padre ausente son las que más sufren y las que más necesitan la atención de los hombres. Algunas se pasan toda la vida buscando el reconocimiento y el amor de los hombres, pero es una tarea muy frustrante porque a la gran mayoría de los hombres no les gustan las mujeres. 

No les gustan las mujeres, tampoco a los heterosexuales. 

Viven constantemente rechazando todo lo que tiene que ver con las mujeres. A unos les parece ofensivo que se les compare con mujeres, lo perciben como un insulto. A otros en cambio les parece ofensivo que las mujeres hablemos de nuestras vaginas, nuestras vulvas, nuestra menstruación, o incluso que hablemos en femenino para referirnos a nosotras mismas.

Los hombres son educados en el odio hacia las mujeres, y nuestro sistema se asienta sobre la misoginia, por eso los hombres necesitan sentirse poderosos e importantes, y disfrutan mucho cuando comprueban que nosotras somos capaces de hacer cualquier cosa con tal de conseguir la ansiada aprobación masculina.

Según el manual del patriarcado, hay cuatro formas de conseguir que los hombres patriarcales se den cuenta de que existes, te miren y te presten atención: 

convertirte en una mujer masculinizada, 

convertirte en una mujer hipersexualizada, 

convertirte en una mujer entregada y sacrificada, 

o convertirte en defensora de sus privilegios.

El patriarcado te dice que si quieres que te quieran los hombres tienes que imitarlos, defenderlos, cuidarlos o bien ofrecerte como servidora doméstica o servidora sexual. 

¿Funcionan estas estrategias? Vamos a verlas:


Mujeres masculinizadas: hay muchas chicas que imitan el estilo de vestir de los hombres, se cortan el pelo como ellos, escupen como ellos, sorben los mocos como ellos, se rascan las parte íntimas como ellos, y buscan constantemente la aprobación masculina para ser admitidas en los espacios deportivos. 

Es un poco frustrante ponerse el disfraz de mujer masculinizada porque por mucho que te esfuerces, ellos jamas te verán como una de ellos. Incluso aunque tu aspecto físico sea muy parecido al estereotipo de la masculinidad, incluso aunque tengas barba y tengas la voz grave, aunque te hormones o te operes, aunque hagas chistes machistas y hables con desprecio de las demás mujeres, es imposible que te consideren uno de ellos. 

Algunos hombres permiten que las mujeres masculinizadas jueguen con ellos en partidos amistosos, o se junten a ellos en el estadio o en el bar para ver partidos de fútbol, y en las fiestas para celebrar las victorias. Pero cuando llega el momento de ir al burdel a alquilar mujeres, entonces las mujeres sumisas que se masculinízan para estar cerca de los hombres se tienen que ir a casa. 

Masculinizarte e imitar sus posturas corporales, sus gestos de macho, su idioma de macho, su forma de reírse o de insultar al árbitro pueden hacerte sentir la ilusión de que te aceptan y te reconocen, pero da igual lo que hagas para obtener su reconocimiento: ellos no te van a tratar de igual a igual ni van a admitirte en el club. 

¿Y por qué no? Pues porque, como te decía al inicio, a los hombres patriarcales no les gustan las mujeres. Tienen sexo con nosotras, pero sienten un profundo rechazo hacia nosotras. 

Se pasan toda la infancia intentando no parecer niñas, les aterra que les comparen con niñas. No hay nada peor en el mundo para ellos que las mujeres y los homosexuales. 

Los hombres en general no admiran a las mujeres, ni siquiera a las deportistas de élite. Son muy pocos los que van al estadio a ver jugar a las mujeres. 

Son muy pocos los que compran libros escritos por mujeres, o los que pagan una entrada para ver una película o una obra de teatro dirigida por mujeres. 

Los hombres no admiran a las mujeres por su inteligencia, sus cualidades, sus habilidades deportivas o artísticas, su profesionalidad, o su nivel intelectual. 

Si les preguntas por mujeres importantes, la mayoría de los hombres sólo pueden nombrar a modelos, cantantes, y actrices hipersexualizadas. Y de ellas no aprecian su talento, sino su belleza y su capacidad de encender su deseo sexual. 


Mujeres cosificadas e hipersexualizadas

Así que si quieres que un hombre se fije en ti, y te haga caso, puedes probar a convertirte en una mujer sexy, pero si eliges esta estrategia tienes que saber que hay muchísima competencia, y que tienes que emplear mucho tiempo y mucho dinero en estar guapa. 

Y asumir que a los 40 ya estás vieja si vives en Europa, o a los 30 si vives en América Latina.

También tienes que saber que el tiempo que los hombres dedican a las mujeres guapas es limitado, sobre todo los que tienen problemas de eyaculacion precoz.

Muchas mujeres se esmeran muchísimo en copiar el estilo de las actrices porno para excitar a los hombres, porque nos han hecho creer que si se enganchan sexualmente contigo, acabarán enamorándose de ti. Y sin embargo, es justo al revés. 

Los hombres jamás se enamoran de las mujeres que se pornifican o se putifican para conquistarlos. Ellos sólo se casan con mujeres buenas. 

Desde siempre le han tenido un miedo atroz a las mujeres malas, y saben que para no caer enamorados tienen que tratarlas como objetos de usar y tirar. 

Sienten una mezcla de deseo y de profundo desprecio por las zorras y las putas, acceden a ellas gratis o pagando, y una vez que han eyaculado encima o dentro de ellas, se aburren y van a por otra. 

Si lo que quieres es que se enamoren de ti, y te ofrezcan el trono de matrimonio, entonces puedes probar a ofrecerte como sirvienta y esposa. 


Mujer-esposa y madre

Nada de labios rojos, mejor rosas. Nada de minifaldas, ni de uñas largas, ni pestañas postizas, ni tacones rojos, ni medias de rejilla, ni escotes de escándalo: en lugar de putificarte, debes vestir mona y elegante, a la par que discreta y sencilla, como las royals (el estilo más copiado es el de la Reina Leticia o la Princesa Kate Middleton)

Uno de los mayores esfuerzos que tendrás que realizar para que te elijan como esposa será lograr que tu pareja confíe en ti. Los hombres buscan para casarse mujeres sin pasado, mujeres vírgenes, mujeres tranquilas, mujeres complacientes, sumisas, capaces de llevar un hogar, de cuidarles y de educar niños y niñas. 

Esta opción es completamente agotadora, porque ahora gracias a la modernidad, te toca trabajar el doble y tener una jornada fuera de casa y otra dentro. Tienes que convertirte en una súper mujer, y ser buena en todo. La mejor profesional, la mejor esposa, la mejor mamá, la mejor ama de casa, la mejor niñera, la mejor en todo. 

Tendrás que tener la capacidad de soportar cuernos, y al mismo tiempo, de renunciar a tener otras relaciones sexuales y amorosas. 

Tendrás que convivir con el miedo a que tu marido se fascine con una jovencita cuando le llegue la crisis de los 40. 

Y tendrás que estar siempre a la altura de lo que se espera de ti como esposa. 

Además tendrás que intentar llevarte muy bien con tu máxima rival, tu suegra y también con tus cuñadas, o vivir en guerra constante contra ellas. Ser sumisa y complaciente con ellas tampoco te asegurará la aprobación, ni el éxito. 

Más cosas a tener en cuenta: tendrás que ejercer no solo de mamá, también de educadora, enfermera, niñera, limpiadora, cocinera, secretaria, maestra, vigilante, policía. 

Todo lo que hagas será objeto de críticas, chismes, burlas… y a veces la presión será fortísima, sobre todo cuando te embarazas y te conviertes en mamá.

También tienes que sumar a este listado que si algo va mal en tu matrimonio, la culpable siempre serás tú. Es injusto pero es así como piensa la gente patriarcal: “si tú complacieras en todo a tu marido, él no saldría por ahí a buscarlo”, “si tú no vigilas a tu marido, es normal que aproveche su libertad para irse con otras”


Defensora de los hombres 

La última opción que nos ofrece el patriarcado para que los varones nos aplaudan o nos tengan en cuenta, es convertirnos en defensoras de los hombres, y poner en el centro de nuestras vidas sus necesidades, sus deseos, y sus sentimientos. 

Las defensoras de los hombres se ríen con los chistes machistas para parecer mujeres modernas, y repiten las mismas consignas que los hombres patriarcales: "no todos los hombres", "las mujeres también son violentas", "a ellos les matan más que a nosotras", "las feministas están yendo demasiado lejos"

Hay defensoras de los machos de toda la vida, pero también hay defensoras de machos diversos y coloridos de aspecto posmoderno. No es mucha la diferencia entre los machistas de derechas y de izquierdas, pero es más cool defender a los machos con las uñas pintadas.

Las defensoras de los hombres no soportan a los hombres igualitarios, ni a los que se trabajan individual y colectivamente los patriarcados. Les gustan mucho más los hombres travestidos y los coloridos, y también los hombres que buscan desesperadamente la aprobación de las mujeres. 

Las defensoras también se disfrazan a veces de feministas y tratan de redefinirlo para que deje de ser un movimiento de liberación de las mujeres. 

Muchas buscan visibilidad generando polémicas y usando la técnica de cuestionar todo lo políticamente correcto. Los hombres las aplauden cuando crean escándalos para llamar la atención y obtener más seguidoras. 

Si las feministas reivindican la idea de que las mujeres no somos servidoras ni sirvientas, ellas dicen que poner el cuerpo al servicio de los hombres es muy empoderante. 

Si las feministas luchan contra la violencia sexual, ellas prefieren hablar de la libertad sexual para vendernos la idea de que trabajar para satisfacer a los hombres es muy placentero.

 Y muy empoderante.

Si las feministas denuncian la violencia machista, las defensoras de los hombres presumen de sus moratones y heridas porque no hay nada más sexy que la “violencia pactada” en la cama.

Se sienten muy modernas y transgresoras cuando afirman que las mujeres no tenemos por qué sentir deseo en las relaciones. Usan el concepto de consentimiento para disociar el placer y el deseo del sexo. 

Si las feministas piden cárcel para  abusadores, violadores y femicidas, ellas piden rebajas de condena y excarcelaciones. 

Si las feministas denuncian a los vendedores y compradores de mujeres, ellas piden que por favor no se les criminalice porque los señores que comercian con mujeres son empresarios y clientes, y se ofenden mucho si les llamas proxenetas y puteros. 

Si las feministas piden que se ilegalice la compraventa de bebés, las defensoras dicen que el deseo de paternidad de los machos es un derecho humano que debe ser garantizado y que las mujeres pobres deben satisfacer esos deseos jugándose la salud y la vida, y renunciando a sus bebés para que ellos sean padres.

Muchas son fervientes adeptas del mito de la ultraderecha sobre la libertad de elección: te hablan de “la puta feliz” que tiene tres carreras y dos idiomas y elige a los clientes más guapos y más ricos.  O de la mujer pobre cuyo sueño es que un señor desconocido cumpla su sueño de ser padre.

Cuando les dices que el 90% de las mujeres en el mercado son mujeres pobres que tienen que venderse para poder comer, o que tienen que vender a un hijo para que coman los demás críos, miran para otro lado. Saben que si hay necesidad no hay libertad, pero los negocios de los hombres son lo primero.

Usan sus armas intelectuales para abrir debates “disruptivos” y así defender los privilegios masculinos con un lenguaje denso y rimbombante que suena muy académico y muy cool pero no entiende nadie. 

Para ellas el feminismo es cosa del pasado: ahora lo que se lleva es la diversidad. Como son muy inclusivas ya no hablan en femenino, para no ofender a los que nos odian, ni siquiera cuando solo hay mujeres en la sala. 

Dado que la palabra “mujer” o “mujeres” molesta mucho, las sustituyen con términos deshumanizantes como "cuerpos feminizados", "personas con vulva", "personas menstruantes".  

Tampoco usan la palabra “madre” porque es ofensiva para los misóginos, y para los que compran bebés, por eso ahora dicen “personas gestantes” También han llegado a prohibir la palabra “leche materna” en algunos hospitales para no herir a la diversidad.

El objetivo final de la neolengua es deshumanizarnos para que los hombres puedan tratarnos como mercancías, pero también están intentando resignificar a las mujeres y al feminismo para acabar con nuestra lucha: como ahora cualquiera puede ser mujer cuando quiera, la lucha por los derechos de las mujeres ya no tiene sentido. 

Por eso ahora el 25N es el día para protestar contra “todas las violencias”, y el 8M para luchar por los derechos de “todos y todes”  Y por eso ya no aparecemos en los carteles del 8M, y por eso ves todas las banderas incluidas menos la bandera feminista. Y eso que todos los movimientos sociales tienen su propio día internacional, pero qué curioso que todos quieren apropiarse del 8M.

Ser defensora de los privilegios de los hombres tampoco sirve para que te quieran más, ni para que te traten como a una igual, porque ellos realmente con quien tienen sus relaciones afectivas más fuertes es con sus amigos, no con las mujeres. 

Ellos admiran y aman a otros hombres, y tú por muy abierta, sumisa y complaciente que seas, nunca serás como ellos: siempre pertenecerás a una categoría inferior.


¿Cómo liberarte de la necesidad de la aprobación masculina?

Si ninguno de estos métodos funciona realmente, ¿que puedes hacer? Pues darte cuenta de que en realidad no necesitas la aprobación masculina para nada. 

No nacemos con la necesidad de ser aceptadas, reconocidas o queridas por los hombres. Es algo que nos inoculan en los cuentos para niñas, para que seamos dependientes emocionales de por vida.

Nuestra autoestima y nuestra valía no puede depender de si nos miran o no, de si nos eligen o no, de si nos tienen o no en cuenta, de si nos aplauden o nos ignoran. 

Liberarse de esta necesidad de ser deseadas y amadas por un hombre es una de las claves para la autodefensa y el autocuidado. 

A todas nos ha pasado, lo de verte a ti misma perdiendo tu dignidad, y traicionándote a ti misma solo por conseguir un gesto de aprobación masculina.

Todas hemos intentado imitar a los hombres, seducirlos, cuidarlos, y todas nos hemos sentido frustradas porque ellos saben que para mantener su poder nunca deben darnos lo que necesitamos.

Cuando abres los ojos y empiezas a trabajar en ti, ya nunca más te pones de rodillas, ya nunca más mendigas amor y atención, ya no exiges cuidados a hombres que no te valoran ni te reconocen. Empiezas a entender que si no es mutuo, es abuso y explotación.

El mundo sería muy diferente si nosotras lográramos liberarnos de esta necesidad de obtener aplausos de los hombres, ¿os imagináis si las niñas se negaran a elegir entre masculinizarse o hipersexualizarse, y se negaran a vivir mendigando atención y amor de los hombres?

La vía para empoderarse es sacar a los hombres del centro de tu existencia. Esta liberación no podemos hacerla solas, cada una en su casa: es algo tan grandioso y tan gozoso, que tenemos que hacerlo juntas, apoyandonos entre todas.

Por eso es tan importante fortalecer la autoestima y la capacidad de las niñas para rebelarse, porque todavía las estamos criando para que vivan obsesionadas con agradar, complacer y servir a los hombres. 

Si queremos que nuestras hijas sean libres, tenemos que enseñarlas a desobedecer los mandatos del patriarcado, y para eso nosotras tenemos que dejar de endiosar a los hombres y de trabajar gratis para ellos. 

Solo si dejamos de reírles las gracias y de aplaudir sus discursos, si dejamos de buscar desesperadamente su atención y su amor, ellas se darán cuenta de que los hombres no son necesarios. 

Cuando hay necesidad, no hay libertad, así que solo podrán relacionarse con los hombres en libertad si no los necesitan para nada. 

Ojalá las niñas del futuro puedan sentirse orgullosas de ser niñas y de ser mujeres, ojalá puedan ser autónomas y vivir libres de la necesidad de aprobación masculina, ojalá puedan tener una Buena Vida.


Coral 


Si tú también quieres  liberarte, vente con nosotras al Laboratorio del Amor ❤️




11 de marzo de 2024

Desmontando el Mito de la Conciliación




Después del mito del amor romántico y del mito de la familia feliz, tuvieron que inventar otros dos mitos más para adaptarse a los nuevos tiempos: el mito de la súper mujer que puede con todo, y el mito de la conciliación. 

¿Por qué es un mito la conciliación de la vida personal, la vida laboral y los cuidados? 

Porque la única forma de hacer el mito realidad sería disminuyendo la mitad de la jornada laboral y la carga de trabajo. 

Las empresas y las instituciones no pueden reducir a la mitad la carga laboral porque tendrían que contratar al doble de personas. Para que ellos puedan cobrar mucho, es fundamental reducir la inversión en salarios. Cuanto peor nos paguen a nosotras, más ganan ellos. 

Ahora algunos de ellos, para parecer más humanos, dicen que están tomando conciencia del enorme gasto que suponen las enfermedades a causa del estrés y la sobrecarga de trabajo, y dicen que se han dado cuenta de que las personas son más productivas cuanto menos cansadas están. 

Pero son muy pocos los que aceptan medidas como la de reducir la jornada semanal a cuatro días, pese a que está demostrado que es una medida que beneficia tanto a los empleadores, como a los y las trabajadoras. 

Y es importante explicar que estas medidas son inútiles si nos dedicamos a teletrabajar en ese día libre.


¿Para qué usan el mito de la conciliación?

Para engañarnos. 

Cuando las mujeres se incorporaron masivamente al mercado laboral a finales del siglo XX, los hombres no se incorporaron masivamente al sistema de cuidados. Resultado: hoy la gran mayoría de mujeres tienen una doble jornada laboral, una dentro de casa sin remunerar, y otra fuera remunerada.

El mito de la conciliación sostiene la idea de que las mujeres podemos liberarnos de nuestras obligaciones igual que lo hacen los hombres. 

Liberarse de las tareas de cuidados es un privilegio masculino al alcance de algunas mujeres privilegiadas que pueden contratar a mujeres pobres: mamás sustitutas, para que cuiden a sus criaturas, trabajadoras del hogar, para que limpien y cocinen, y cuidadoras para que se encarguen de los familiares enfermos, accidentados o con discapacidad. 

Estas mujeres no pueden cobrar lo mismo que las mujeres profesionales, porque a las mujeres de clase media no les compensaría trabajar fuera de casa. Así que los salarios de las cuidadoras tienen que ser por lo menos la mitad, y sus condiciones laborales mucho más precarias que las de las mujeres de clase media. 

Si las parejas que contratan a sustitutas tuvieran que pagarles la cotización al seguro social, más vacaciones, bajas por enfermedad, etc no podrían beneficiarse de sus servicios, porque los costes serían demasiado altos. 

Por eso es tan difícil erradicar la explotación: la gran mayoría de las mujeres que cuidan no tienen papeles, y tienen que dar de comer a muchos familiares. Ellas aceptan los trabajos más duros y las condiciones más inhumanas porque no tienen alternativas. Algunas tienen que vivir encerradas en la casa familiar en la que sirven, sin horarios para descansar, y sin poder ver a sus hijos e hijas.

Las mujeres más pobres no solo tienen que hacer frente a la explotación doméstica: también sufren explotación sexual y reproductiva. 

En algunos países, los gobiernos están creando centros para que depositemos allí a nuestros bebés y nuestras personas mayores, y así no tengamos excusa para ir a trabajar. Lo llaman guarderías desde los cero años, y centros de día. En ellos las mujeres también trabajan en condiciones lamentables, con salarios muy precarios por culpa de la externalización de servicios y la sobrecarga de trabajo: todas nosotras sabemos que una mujer sola no puede cuidar a seis o siete bebés adecuadamente, ni tampoco puede cuidar debidamente a personas dependientes. 

Las mujeres lo sabemos porque a duras penas podemos con un solo crío. Se necesita una comunidad de cuidados para críar a un solo bebé y a su madre. 


¿Qué ocurre con las mujeres que queremos cuidar a nuestros propios niños y niñas? 

Si no queremos dejar a nuestros bebés con desconocidas, las únicas opciones para nosotras son: 

- depender económicamente del marido mientras cuidamos, 

- las que no tienen marido abrazar la precariedad, 

y por último podemos hacernos autónomas y trabajar desde casa, renunciando al tiempo libre, al descanso y al sueño. 


¿Cómo podemos aguantar el ritmo de tres jornadas laborales las que queremos cuidar a nuestros seres queridos? Con drogas, legales e ilegales: café, ansiolíticos, somníferos, y antidepresivos. 

Los índices de salud mental de las mujeres demuestran que solas no podemos sostener a la vez el sistema laboral y el de cuidados, y que es imposible trabajar ocho horas, más dos de transporte, más cuatro o cinco de labores de cuidados. 

Las mujeres se llevan trabajo a casa, pero no es posible cocinar, hacer lavadoras, contestar emails, cambiar pañales, ayudar con los deberes a las crías, pasear al perro, y preparar informes a la vez. Es imposible y lo comprobamos durante la pandemia.

¿Quien cuida a las cuidadoras? Nadie. Las cuidadoras son súper mujeres que no necesitan descansar, ni dormir, ni necesitan vacaciones, ni siquiera salario, porque todo lo que hacen, lo hacen por amor. Cuidan la casa, cuidan a las personas, cuidan las plantas, los jardines y los huertos, las mascotas, los animales domésticos, y ahora insistimos para que también se cuiden a sí mismas. 

¿Y de donde sacamos tiempo para ser las mejores profesionales, las mejores esposas, las mejores mamás? Todas nos vemos obligadas a renunciar a nuestro derecho al descanso y al tiempo libre, mientras nuestros compañeros disfrutan de cuatro o cinco horas al día. 

Es una injusticia tremenda que los hombres tengan más tiempo para vivir, para estudiar, para hacer deporte, para disfrutar de sus pasiones y sus seres queridos, para dormir y descansar. 

Las medidas que permiten a los hombres reducir su jornada para cuidar están muy bien, pero son muy pocos los que las piden. 

¿Y qué les pasa a los hombres, por qué son tan insolidarios? Porque son unos privilegiados, la mayoría de ellos viven como reyes: reciben cuidados sin darlos. Ni siquiera cuando sus cuidadoras enferman son capaces de cuidar. 

Nada cambiará mientras los hombres no aprendan a cuidarse a sí mismos y a los demás. 

La única solución para garantizar la conciliación es repartirse entre todas y todos los cuidados de manera equitativa y justa. Otras formas de cuidarnos son posibles: cuidar es un asunto político de primer orden.


Y ahora vamos a lo importante: ¿qué hacemos con las infancias? 

La mayoría están siendo criadas por personas que no tienen ningún tipo de vínculo afectivo con ellas. Apenas tenemos tiempo para ellas. Las medicamos también para que no protesten, y les ofrecemos terapia para que superen el trauma del padre y la madre ausentes. 

Los niños y las niñas de todo el mundo querrían estar más tiempo con sus progenitores, así que para que no lloren les enchufamos a pantallas y les cubrimos de regalos. Y sin embargo no se nos quita el sentimiento de culpa, porque sabemos que es una tremenda injusticia traer niños y niñas al mundo para que los cuiden personas que no pueden criar a sus propias hijas porque tienen que cuidar de las nuestras. Esto en Europa.

En América Latina quienes sostienen la sociedad entera son las abuelas. Ellas son las que permiten que las personas adultas vayan a trabajar, son el pilar principal de varias familias al mismo tiempo. Son las que jamás tienen tiempo para sí mismas, las que dan de comer a hijos, hijas, nietos y nietas, son ellas las que sostienen la economía. Lo hacen gratis, porque les pedimos que lo hagan por amor a sus hijas y a sus nietas.

¿Cómo convertir el mito en realidad?

La única manera de convertir en realidad el mito de la conciliación es dividir en dos las jornadas laborales de mujeres y hombres, para que podamos dedicar la mitad al sistema productivo y la otra mitad a los cuidados, un 4+4. 

Pero nadie quiere oír hablar de reducir la carga laboral ni la jornada laboral. Por eso nos bombardean con la idea de que tenemos que cuidarnos, y de que podemos pasar todo el día trabajando dentro y fuera de casa sin descanso, porque somos unas super mujeres y podemos hacer lo mismo que los hombres, pero con dos jornadas laborales. 

Esta era la "igualdad"  y la "libertad" que nos prometían si estudiábamos y trabajabamos al mismo tiempo que criabamos hijos e hijas, y cuidabamos a nuestros padres y madres. 

¿Cuál es la realidad en la actualidad? Que estamos agotadas, que estamos enfermando, y que nuestros precarios salarios no nos proporcionan autonomía. Nos piden que tengamos hijos, pero no crean las condiciones para que podamos criarlos adecuadamente. 

¿Y cuales son esas condiciones? Para cuidar necesitamos tiempo y dinero. Una Renta Básica Universal que nos permita disfrutar de la maternidad y que permita a los hombres disfrutar de sus paternidades. Unos ingresos dignos garantizados que nos permitan a todos responsabilizarnos de los cuidados a las personas más vulnerables y que más nos necesitan. 

Sin dinero, la maternidad es una de las causas que nos ponen en peligro de exclusión social. Las mujeres cuantos más hijos tenemos, más precarias y pobres somos, especialmente si los padres abandonan a sus hijos e hijas. 

Cifras que demuestran que la Conciliación es un mito: 

En el Mundo: 

Según el Informe El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente de la OIT, 2018: 

- En el mundo, las mujeres realizan el 76,2% de todo el trabajo de cuidados no remunerado, dedicándole 3,2 veces más tiempo que los hombres. A lo largo de un año, esto representa un total de 201 días de trabajo para las mujeres en comparación con 63 días de trabajo para los hombres. 

- A nivel mundial se dedican 16.400 millones de horas al trabajo de cuidados no remunerado todos los días. Esto corresponde a 2.000 millones de personas trabajando 8 horas al día sin recibir una remuneración a cambio. 


En España

- En 2018, se emplearon 130 millones de horas en trabajo no remunerado dedicado al cuidado, una cifra que supondría 16 millones de personas trabajando ocho horas al día sin recibir remuneración, según la OIT

- Las mujeres dedican una media de 5 horas y 59 minutos al trabajo doméstico, más del doble de tiempo que los hombres, que sólo dedican 2 horas y 20 minutos, según el Instituto de la Mujer de España (2019)

- En España unos 10 millones de personas requieren cuidados, unas cifras que sitúan al país en el puesto 22 del ranking de países con mayores ratios de dependencia de cuidados de personas mayores del mundo.

- La brecha salarial en España es del 24%, es decir, las mujeres cobramos menos y además trabajamos gratis 52 días al año, según el INE.

- Del total de personas que solicitaron excedencias para cuidar de familiares en 2020, el 87,17% fueron mujeres, según las cifras del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, en 2020. 

- El 25% de mujeres en España en edad laboral declaran que no pueden trabajar fuera de casa para tener ingresos porque cuidan de familiares dependientes, según la OIT (2018). Realizan el 68% del tiempo total dedicado al cuidado de niños y ancianos y otras labores domésticas y no cobran por ello.


Según el  estudio sociológico “Somos Equipo” de la Asociación Yo No Renuncio y el Club de Malasmadres, realizado a partir de 24.000 encuestas online a mayores de 21 años,

- El 58% de las mujeres profesionales renuncian a su carrera cuando son madres, frente al 6% de los hombres. 

- Las mujeres residentes en España disponen de media de unos 57 minutos de tiempo libre al día. Esto se debe a que el 54% de las mujeres asume la responsabilidad principal de las “tareas invisibles” del hogar, frente al 17% de los hombres. 


Salud Mental: 

- Entre el 11% y el 27% de los problemas de salud mental en España se pueden atribuir a las condiciones de trabajo.

- Más de 2 millones de españoles toman psicofármacos a diario: junto a Portugal somos el país de la Unión Europea que más ansiolíticos, sedantes e hipnóticos consume. 

- Las mujeres doblan a los hombres en el consumo de psicofármacos y son más proclives al diagnóstico de ansiedad, insomnio o depresión, trastornos que conllevan una mayor prescripción de estas sustancias, según datos del INE, 2021.


Coral Herrera Gómez 



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